El ángel quisiera detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo destruido. Pero un huracán sopla desde el paraíso y se arremolina en sus alas, y es tan fuerte que el ángel ya no puede plegarlas. Este huracán lo arrastra irresistiblemente hacia el futuro, al cual vuelve las espaldas, mientras el cúmulo de ruinas crece ante él hasta el cielo. Este huracán es lo que nosotros llamamos progreso.
Hace 84 años, Walter Benjamin evocaba así la aceleración de la modernidad, afligido por su devenir. Hace dos, OpenAI nos deslumbró con el lanzamiento de ChatGPT, quizá la más acabada expresión de la evolución tecnológica occidental.
En poco tiempo, el chat se convirtió en el accesorio predilecto para la cartera de la dama, el bolsillo del caballero, la imagen del político, la laptop de la ejecutiva, el trabajo práctico del estudiante. ¿Qué futuro le depara a la inteligencia humana con el advenimiento de las inteligencias artificiales? ¿Podremos sacar el máximo provecho de ellas sin generarnos dependencia para resolver problemas o aprender cosas nuevas? ¿Es posible no comprometer o incluso ampliar habilidades clave como el pensamiento crítico y la creatividad en ese proceso?
Dilemas de un nuevo paradigma
Días atrás, OpenAI anunció que su flamante aplicación alcanzó los 300 millones de usuarios semanales y mil millones de mensajes enviados al día a nivel global, logrando en poco tiempo un crecimiento exponencial y proyectando la misma tendencia para los próximos años. Los usos de IA generativa en nuestro país componen un espectro inabarcable de utilidades que impactan de lleno en los ecosistemas profesionales y de emprendedores, desde atender cuestiones personales con brainstorming, resolver problemas técnicos o elaborar reportes y trabajos académicos. Por citar unos pocos ejemplos, en cuestión de segundos el chat logra codear para programadores, arrojar insights sobre asuntos y reportes de cualquier tenor, o diseñar, traducir, redactar, corregir y crear todo tipo de documentos como un e-mail, un examen universitario o incluso imágenes y animaciones.
Bueno o malo según quién lo vea, ocurre que los resultados suelen ser entre zafables y sobresalientes dependiendo del grado de especificidad del prompt y el tipo de producto que se pretenda obtener. De momento la herramienta no logra imprimirle profundidad a la resolución de problemas complejos, pero esto puede y suele ser obliterado por la inmediatez de sus respuestas, las más de las veces satisfactorias en la experiencia de usuario pero no por eso necesariamente buenas.
Como era de esperar, un dispositivo de esta magnitud suscitó rápidamente posturas encontradas entre adeptos y detractores augurando escenarios mesiánicos o distópicos. Lo sabemos: toda irrupción de nuevos paradigmas trae consigo debates, esperanzas, temores e incertidumbres, y esta asombrosa tecnología está escribiendo un capítulo importante en la extensa historia de invenciones y polémicas análogas. Ni tanto ni tan poco, se trata de sembrar algunos matices que mesuren fanatismos a favor y en contra, sobrevolando virtudes y límites de las inteligencias artificiales generativas y promoviendo su uso crítico.
El futuro de la inteligencia artificial en la Argentina
Buenas noticias para los optimistas de la innovación en inteligencia artificial: sumada a la ya mencionada democratización de sus versiones más populares como ChatGPT, Gemini o MetaAI, el gobierno nacional prometió adoptar políticas de Estado para convertir al país en el “cuarto polo de inteligencia artificial del mundo” junto a la Unión Europea, Estados Unidos y China. Este mes se celebró la Semana de la Inteligencia Artificial en el Polo Científico Tecnológico, un monumental hub que convocó a especialistas y aficionados locales y extranjeros, y que contó con el auspicio de importantes empresas tecnológicas y la presencia de nada menos que el Presidente de la Nación. Allí, este último manifestó su entusiasmo por la oportunidad histórica para el país que brindan sus condiciones territoriales, sociodemográficas y la coyuntura política.
Dicho entusiasmo parece tan ostensible como genuino si se considera que se trata de la misma plataforma que a poco de asumir desestructuró el sistema de investigación pública en ciencia y tecnología con medidas que provocaron resistencias y cismas en toda la comunidad. En una oración, sus referentes polemizaron incontables veces con el statu quo precedente y señalaron sin prurito qué áreas del saber debieran ser alentadas por el Estado y cuáles en cambio son una pérdida de recursos para el país. Así que quedémonos con que si el Presidente ubica a la IA como “el último peldaño de esta larga cadena de destino humano” no lo hace por corrección política: es para el nuevo gobierno la quintaesencia en la construcción de una agenda investigativa que acompañe este “salto civilizatorio” de la especie y la evolución de su progreso.
Debe advertirse, eso sí, que en la realidad de los hechos no se vislumbra una llegada sencilla a la cumbre internacional. Por caso, el FMI confeccionó un índice de preparación para la inteligencia artificial en el cual Argentina figura no solo por debajo de los señalados europeos, China y Estados Unidos, sino también de algunos países como Malasia, Australia, Nueva Zelanda, Canadá, Brasil o Chile. Pero omitamos la pregunta acerca de si es factible alcanzar tal grado de desarrollo para empezar por una anterior: ¿cuál es el precio a pagar?
La inteligencia artificial y nuestra relación con el saber
Como dijimos, el crecimiento de la IA en Argentina está trastocando por dentro y por fuera al amplio abanico de disciplinas científicas. En materia política, es un nuevo locus para reeditar la trillada discusión sobre la “utilidad” del conocimiento y su mecenazgo, en ocasiones oponiendo a las ciencias exactas y naturales a las ciencias sociales y humanidades. A su vez, estas herramientas se filtraron al interior de cada campo académico y son usadas y discutidas por todos sus miembros, que van desde investigadores senior hasta jóvenes estudiantes.
Pero además de preguntarnos por las consecuencias de esta novedad en las diversas ramas disciplinares y en los distintos niveles de formación escolar y académica, es importante atender a nuestra propia relación individual con el saber en sentido amplio: ¿es posible relegar el esfuerzo de pensar para que las máquinas lo hagan por nosotros? ¿Es sostenible o deseable? ¿Existe riesgo de agudizar eso a lo que el lúcido Baricco llamó una mutación del movimiento que durante siglos persiguió el saber, para pasar al afán de la experiencia en un gesto veloz y barbarizador?
Según aquel, una búsqueda de sentido que tradicionalmente implicaba acercarse a las cosas de a una y madurar una intimidad con ellas para acceder a su fondo por medio de un trabajo paciente de estudio y erudición, fue desplazada en las últimas décadas por sistemas de paso de rápido acceso y salida, de trayectorias azarosas y con el movimiento y multitasking como fin y no como medio. Ya no hay lugar para la quietud y el aburrimiento, aquel “pájaro encantado que incuba el huevo de la experiencia” (Benjamin de nuevo). En criollo, se cambió la profundidad del saber para abarcarlo todo y de forma espectacular. ¿Es culpa de las herramientas o del uso que las personas les damos?
La IA fue concebida al calor de esta cultura aceleradora como su mejor aliada, pero su destino no está escrito. Si bien usarla implica aprender nuevas y ricas habilidades en tecnologías digitales, no por ello deben perderse las anteriores. Y como vimos, el futuro llegó hace rato: ya ha habido grandes revoluciones sociopolíticas y tecnológicas, y todas ellas trajeron pasiones inciertas entre sus contemporáneos. Con todo, aquí estamos. El temor paralizante es un sinsentido como la fe ciega al hablar de inteligencia artificial. Mejor avanzar paso a paso y con mirada crítica. Con los pies en la tierra y reservando los saltos y el cielo al ángel del progreso. Sólo así soplarán buenos vientos para que pliegue sus alas y nos guarde.
Tips para hacer un uso inteligente de la IA (en coautoría con ChatGPT)
1. Sé un usuario crítico, no pasivo
Las respuestas de la IA no están exentas de errores o sesgos. Analizá siempre críticamente la información que obtenés. Preguntá de dónde proviene la información, contrastá verificando los datos con otras fuentes confiables y reflexioná si las respuestas se alinean con tu contexto y conocimientos propios.
2. Usala como complemento, no como sustituto
La IA sirve para automatizar tareas repetitivas o para generar ideas iniciales, pero no debe reemplazar tus habilidades fundamentales.
Ejemplo en el trabajo: si la usás para redactar un informe, revisá y personalizá el contenido con tus propias palabras y perspectivas.
Ejemplo en el estudio: orientate con sus introducciones elementales, pero luego recurrí a lecturas y ejercicios propios.
3. Fomentá el aprendizaje activo
El acceso inmediato a respuestas puede debilitar nuestra memoria y comprensión. Practicá recordar información sin recurrir a la IA de inmediato. Tomá notas resumiendo lo aprendido con tus propias palabras para reforzar el entendimiento. Hacé preguntas profundas que promuevan tu análisis y reflexión, no solo respuestas directas.
4. Imponete límites en su uso
El uso excesivo de la IA puede generar dependencia. Establecé reglas personales para evitarlo como limitaciones en el tiempo o tareas específicas de uso.
5. Aprendé a pensar con la IA
Sé claro y específico para definir con precisión lo que necesitas saber. Abordá problemas grandes en pequeñas partes para obtener mejores respuestas. Si la respuesta no es útil, refiná tu pregunta.
6. Priorizá habilidades humanas fundamentales
La IA puede ayudarte a ser más eficiente, pero no debe reemplazar habilidades humanas esenciales como la empatía, la creatividad y la resolución de problemas complejos. Usala para inspiración inicial, pero desarrollá ideas propias sin depender de ella. Dedicá tiempo a interactuar con otras personas sin intermediarios tecnológicos. Practicá resolver desafíos por tu cuenta antes de recurrir a la IA.
7. Adoptá una perspectiva ética y responsable
El uso de la IA tiene implicaciones éticas, desde la privacidad hasta los sesgos algorítmicos. No compartas información sensible con herramientas de IA. Informá a otros cuando uses IA en colaboraciones o proyectos. Reflexioná sobre cómo su uso afecta a otros, especialmente en ámbitos laborales o educativos.
8. Aprendé continuamente
La IA evoluciona rápidamente, y mantenerse al día es crucial para aprovecharla al máximo. Buscá recursos para entender mejor sus capacidades y limitaciones. Compartí tus experiencias y aprendé de otros usuarios. Revisá regularmente cómo estás usando la IA y ajusta tus prácticas si es necesario.