Las metodologías ágiles: un saber-hacer colaborativo

 
por Florencia Valese

Las dinámicas laborales se encuentran en constante transformación. Tal es el frenesí de estos cambios que resulta urgente preguntarse y dar -al menos- algunas respuestas sobre cómo se configuran actualmente las formas del trabajo y las prácticas del negocio. ¿Cuáles son las nuevas tendencias en el mundo del trabajo? ¿De qué modo las empresas pueden crear productos de alto valor para sus clientes? ¿Cómo colaboran los empleados con los stakeholders para crear valor en la organización? ¿Cómo aprenden a incrementar continuamente el rendimiento de la organización?

Como bien señaló Gloria D’Alessio en su artículo publicado anteriormente en este blog, las nuevas generaciones (millennials y centennials) establecen una relación novedosa con las jerarquías institucionales, en la cual prima el trato horizontal y el vínculo con sus pares. 

A nivel global, los cambios en la tecnología, el desarrollo digital, el flujo de la demanda y las transformaciones en los tiempos y los espacios de trabajo trajo nuevos desafíos a las organizaciones que pujan por adaptarse, superar la incertidumbre resultante y ofrecer productos y servicios innovadores como competitivos en un mercado feroz. 

En este contexto, la implementación de metodologías ágiles permite adaptar la forma de trabajo a las condiciones -muchas veces adversas- del proyecto, respondiendo de manera colectiva, flexible e inmediata a los cambios en las circunstancias del entorno. 

Según un informe reciente del Project Management Institute, el 71% de las organizaciones han indicado que utilizan este tipo de procedimientos para la gestión de proyectos a veces, con frecuencia o siempre. 

El principal desafío al que se enfrenta el trabajo colectivo es el de derribar una estructura vertical en la que el jefe condensa toda la responsabilidad y autoridad para ordenar y asignar las tareas que se espera que los empleados y empleadas cumplan. La colaboración sucede cuando todas las personas involucradas se sienten parte del objetivo y comparten la responsabilidad por su concreción. Cada vez con mayor seguridad, las organizaciones eligen apostar al quehacer colaborativo para dejar de lado el trabajo en la soledad del escritorio. Y es que de este modo se crea sinergia y se potencian tanto el proceso como el resultado en común: los equipos se concentran menos en los grandes lanzamientos y más en pequeños incrementos de trabajo. ¿Qué sentido tiene realizar el esfuerzo de manera independiente y obtener muchos resultados distintos? 

Cooperar entonces, requiere del modo más eficaz de trazar una comunicación fluida entre los miembros; un método acorde a las necesidades de los actores sociales involucrados. En la actualidad, las metodologías ágiles se posicionan como una modalidad para gestionar y adaptar la práctica laboral al concepto de los proyectos y su naturaleza. Al optimizar las capacidades personales y coordinarlas en equipos estas metodologías construyen la solución concreta a un problema determinado de la realidad al que se busca atender. 

Este marco de trabajo scrum, que funcionó tradicionalmente como parte del proceso de desarrollo de software, comenzó a ser utilizado en la gestión de proyectos. Bajo este enfoque, el desenlace de un proyecto se da a través del esfuerzo colaborativo de los equipos y los usuarios o consumidores finales. Para romper con los patrones de pensamiento tradicionales hay que contar con insumos concretos: crear espacios para el diálogo como las reuniones diarias y moderadas que incluyan problemática a tratar mediante datos recolectados y finalicen con una definición de acciones y pasos SMART (específico, medible, alcanzable, relevante, temporal). 

Se trata de ciclos cortos de desarrollo, conocidos como sprints, enfocados en lograr una mejora continua en un determinado producto en un marco temporal estipulado en el que se debe completar una tarea en particular, seguido de equipos que revisan el proceso y compilan ideas para dar feedback y continuar iterando el producto. La división en equipos y roles distintos que se reúnen frecuentemente y se encuentran en constante interlocución, permite una mejor organización del trabajo. Esta práctica ayuda a que cada equipo evalúe su desempeño al señalar explícitamente lo que se ha hecho y lo que resta por hacer. Además, teniendo en cuenta el principio de iteración, evidencia fácilmente cualquier problema imprevisible que pueda surgir en el proceso y permite resolverlo cuanto antes. 

A su vez, implementar una herramienta o software de gestión de proyectos permite que los equipos logren estructurar mejor su proceso de trabajo y favorecen la comunicación; ProofHub es un software que brinda una cobertura general para las necesidades de gestión. Por otro lado, para optimizar la visualización de flujos de trabajo, el seguimiento de las tareas y el estado de progreso del proyecto en general se recomienda utilizar pizarras o tableros Kanban

Existe incluso, un manifiesto que plantea cuatro reglas que direccionan la desafiante labor de emprender una transformación en las lógicas y los procesos de trabajo: 

  • Individuos e interacciones por encima de los procesos y herramientas.
  • Trabajar con un software por encima de la documentación extensiva.
  • Colaborar con el cliente por encima de la negociación contractual.
  • Responder al cambio por encima de seguir con el plan. 

El primer punto nos interesa particularmente porque da cuenta de la importancia de la comunicación entre los miembros del equipo y las opiniones individuales frente al uso de procesos y herramientas predeterminadas para forzar -o estancar- un devenir del proyecto. Son los equipos de trabajo autogestionados los que facilitan el desarrollo de la capacidad creativa y generan una motivación en sus miembros que los anima a participar. Cada miembro cuenta con la oportunidad para aportar todo su potencial creativo en pos de cumplir con los objetivos propuestos. Es en este sentido que los lineamientos sugieren qué hacer pero no cómo y allí radica su potencial un mundo tan diverso como lo es el de las organizaciones. Este rasgo fundamental de adaptabilidad a las distintas condiciones y a los diferentes equipos distingue a las metodologías ágiles de los manuales ortodoxos y propone crear la dinámica de trabajo que más se ajuste a las necesidades particulares de cada entorno.

Close

DAY PASS

Would you like to see our space before joining? Come and visit our coworking space. Please fill out the form and our manager will get back asap.