Flexible como el bandoneón

 
por Juan Leonardo Ramognini

En líneas generales, si encaramos un emprendimiento con seriedad, más tarde o más temprano, llegaremos a un buen plan de negocios. Muchas horas de análisis, de diseño, de planificación. Cálculos económicos y financieros. Proyecciones de ventas y crecimiento. Procesos de fabricación. Modelos de comercialización, etc.-

Después de mucho revisar, cambiar, ajustar, volver a revisar, volver a cambiar, volver a ajustar, todo parece encajar. Al fin y al cabo, hemos sido muy meticulosos y exigentes en la formulación de nuestros supuestos. Hemos hecho nuestro trabajo como es debido. Hemos corrido infinidad de escenarios. Tenemos nuestro modelo de riesgo.-

Llegado este punto podemos decir que conocemos nuestro proyecto. Sabemos de nuestras capacidades. Entendemos nuestros límites. Tenemos en claro los desafíos, los puntos fuertes, también los débiles.-

Sin embargo… Una cosa son los planes, lo que uno cree, piensa o estima que puede ocurrir, y otra cosa muy distinta, lo que termina pasando en realidad.-

Por más objetivo que uno intente ser en la elaboración del plan, nadie emprende para fracasar. Todos queremos triunfar, y en eso hay, además de mucho trabajo, una fuerte dosis de optimismo. Ese optimismo es bueno y necesario pero también puede jugarnos en contra si nos impide ver alguna debilidad del proyecto o amenaza del entorno.-

Si un cambio de contexto nos agarra en etapa de planes y diseño, pues todo bien. Podrá ser un evento inesperado que no hayamos contemplado pero lo peor que nos podrá pasar será que deberemos reformular nuestros planes. Quizás más horas de trabajo, quizás más horas de diseño, quizás un cambio de rumbo, quizás una nueva oportunidad, nada demasiado grave, sobretodo, ninguna pérdida fuerte que comprometa nuestro futuro.-

Si, por el contrario, ya nos agarra en etapa de operación, los desafíos, los riesgos y los costos de esos eventos inesperados tienen otro impacto y son más complejos de manejar. Más aún. Si nos agarran a poco de comenzado el camino es una cosa, pero cuando llevamos un tiempo rodando, con un cierto volumen de operaciones y de estructura, pues eso ya es mucho más complicado.-

¿Por qué? Porque cuando ya tenemos un cierto tamaño de operación, nuestra organización ha ganado inercia de movimiento y se torna cada vez más complejo hacer cambios rápidos para adaptarnos a la nueva realidad.-

En un mundo globalizado como el de hoy, los cambios se suceden a una velocidad inusitada y las réplicas se producen en cuestión de horas. Descubrimos que pasaron cosas del otro lado del mundo que ni siquiera teníamos idea que podían impactar en nuestro negocio.-

La fed, los emergentes, el brexit, la lira turca, China, Brasil. O cosas más simples y cercanas. Un evento inesperado en un proveedor. Esa persona recomendada que iba a ser nuestro vendedor estrella terminó siendo un gran vendedor pero de humo! La fábrica donde tercerizamos entró en huelga, o cerró, o esto, o aquello.-

Nada de todo esto estaba previsto en nuestro plan, pero la realidad se impone sin pedirnos permiso. De pronto resulta que nos encontramos con que nuestro producto o servicio ya no genera ingresos suficientes. Teníamos una estructura que parecía conveniente para el negocio que teníamos hace 5 minutos pero que ahora, con estas nuevas condiciones, se vuelve muy pesada y difícil de sostener.-

En estos momentos, la velocidad de adaptación es clave. Si nuestro negocio pasó de ganar dinero a perder dinero, tenemos que actuar de inmediato. Cualquier demora significa una pérdida mayor, y si nos demoramos demasiado, podría significar el fin de nuestro emprendimiento.-

Emprender no es fácil. Emprender en países inestables como Argentina, mucho menos. El nivel de volatilidad es enorme y las condiciones cambian permanentemente. A veces, de una manera tan violenta, que pretender ajustar nuestra organización al nuevo escenario puede parecer una tarea imposible, como querer parar un tren con la mano. Si las estructuras son muy rígidas, con estos cambios crujen. Y si encima son débiles, se romperán.-

Es, en estos contextos, donde la flexibilidad cobra un valor superior. Una organización que sea flexible por concepción, que sea flexible desde su ADN, podrá sobrellevar estos cambios con mayor probabilidad de éxito.-

Es, en estos contextos, donde debe pensarse en modelos que puedan expandirse fácilmente para acompañar el crecimiento del negocio, pero que también puedan comprimirse rápidamente si las condiciones cambian. Es lo que yo llamo organizaciones bandoneón. Un bandoneón se estira y se contrae de acuerdo con la necesidad de la partitura, se adapta al contexto, pero sigue generando su música. La flexibilidad está en su razón de ser.-

Hoy existen muchas herramientas que podemos utilizar. En lugar de comprar grandes equipos para montar los sistemas informáticos, lo que me obliga a inmovilizar mucho dinero, a tener que contratar personal que los administre, a gestionar sus fallas, a ocuparme de su mantenimiento y renovación, podemos contratar infraestructura en la nube a un precio muy conveniente que nos permite ajustar nuestras capacidades y, fundamentalmente nuestros costos, muy rápidamente en función de las necesidades de mi negocio.-

De la misma manera, en lugar de alquilar una oficina que nos obliga al pago del alquiler, las expensas, comisiones y multas en el caso de una cancelación anticipada, podemos contratar algunas posiciones en un espacio de cowork e implementar el home office para parte del personal de modo de optimizar los costos.-

Una de las claves, para que un emprendimiento pueda perdurar en entornos inestables, es dotarlo de la mayor flexibilidad posible de modo que pueda expandirse o contraerse de acuerdo con la situación pero que siga sonando como hace el bandoneón.-

There is one comment

  1. Muy interesante,en la Argentina además de bandoneón , hay que ser un poco mago para seguir, y poder adaptarse , pero siempre es muy útil que nos recuerden que hay que salir de la protesta y seguir construyendo alternativas y propuestas .

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