¿Es factible establecer una sinergia entre humanos y máquinas? ¿Cómo podríamos afrontar este cambio? ¿Qué retos podrían surgir para los trabajadores en un entorno laboral que ha sido parcial o totalmente digitalizado e incorporado a la IA?
La Inteligencia Artificial (IA) dejó de ser una cuestión de ciencia ficción para convertirse en parte constitutiva de la realidad cotidiana y un componente esencial para muchas industrias. En la era de la transformación digital, los empleos están teniendo que ser repensados o reconvertidos para adaptarse a este nuevo contexto. No solamente en el norte global sino también en la Argentina, la IA está reemplazando a las personas en actividades laborales muy diversas. Junto con los evidentes beneficios que podemos obtener del uso de la IA, debemos considerar un desafío complejo: la modificación del empleo tal y como lo conocemos.
Este avance tecnológico que vivimos hoy no es un fenómeno nuevo ni aislado, sino un continuum que se ha estado desarrollando desde hace décadas. Si observamos hacia atrás, podríamos situar su inicio en la revolución informática desde mediados del siglo XX. En aquel entonces, el surgimiento de las computadoras y luego de internet produjeron un giro sin precedentes a nivel mundial, que cambiaría nuestra forma de vivir y, por ende, trabajar. A la incertidumbre inicial, le siguió una capacidad de adaptación creativa a las nuevas condiciones técnicas: asimilamos estas tecnologías en nuestra vida diaria, modificando nuestra manera de estar en el mundo. El surgimiento de la IA es parte de este mismo proceso, una etapa en la transformación de la tecnología y su interacción con la sociedad. Así como nos adaptamos a los cambios anteriores, tenemos el potencial para hacer lo mismo en esta nueva era de la IA.
A lo largo de la historia, las máquinas han apoyado la medición de la productividad y la automatización de tareas. Con la IA, la automatización alcanzó niveles sofisticados: se trata de máquinas capaces de comportarse de forma autónoma e incluso “pensar”. Esto plantea la posibilidad de prescindir no solo de la labor física de los trabajadores, sino también de su capacidad intelectual en determinadas situaciones.
El dilema de la innovación
Para comprender mejor esta problemática, consideremos varios ámbitos laborales donde la IA está teniendo un impacto significativo.
Responsabilidad y cooperación: un futuro posible
Estos ejemplos muestran que, si bien la IA está cambiando la forma en que trabajamos, no necesariamente significa que los humanos nos volveremos obsoletos. El futuro requiere de un cambio proactivo en la forma en que pensamos el trabajo. Necesitamos fomentar la formación continua, el aprendizaje de habilidades nuevas y el rediseño de trabajos para incluir las máquinas en nuestras actividades laborales. La habilidad digital se convierte en un requisito esencial, abarcando competencias técnicas, cognitivas y socioemocionales para adaptarse al mundo actual. La creatividad, la inteligencia emocional y las habilidades sociales también son esenciales, ya que la IA y la robótica aún no pueden emular estas capacidades humanas.
Al analizar el impacto de la IA en el empleo, es fundamental contar con un punto de vista crítico pero no pesimista. Como dijo Sam Altman, CEO de OpenAI, en una audiencia ante el Comité Judicial del Senado de los Estados Unidos, “si esta tecnología sale mal, puede salir muy mal”, refiriéndose a los posibles perjuicios que la IA mal gestionada podría causar en el área laboral. A continuación Altman asegura, con optimismo, que “habrá muchos más empleos al otro lado de esto y que los empleos de hoy mejorarán”.
Él mismo resaltó que la acción del gobierno será vital para decidir cómo mitigar el impacto de la IA en el trabajo. Pero la colaboración no debe limitarse a la relación entre la industria y el gobierno. Debe incluir a toda la sociedad. En palabras de Altman, debemos ser “optimistas sobre la magnitud de los empleos del futuro”. Y eso solo se puede lograr a través de la educación, la formación continua y la colaboración entre todas las partes involucradas. De aquí en adelante, tenemos la responsabilidad y el desafío de dirigir esta transición de manera que resulte beneficiosa y positiva para todo el tejido social.
Como sugiere Carlos Scolari, para abordar la complejidad que surge con la introducción de una nueva tecnología, es crucial un esfuerzo colectivo que no debe ser dejado exclusivamente en manos de unas pocas corporaciones.