Encuentro con Juan Soria, Managing Partner de SF500 Science Life Fund

 
por Florencia Valese
Juan Soria es socio gerente en SF500 Life Science Fund, un fondo de inversión enfocado en el desarrollo y financiamiento de proyectos innovadores en el área de la ciencia y la tecnología. Desde esta posición, lidera estrategias para fomentar emprendimientos de alto impacto en el ámbito de la biotecnología y la investigación científica aplicada. Con una trayectoria que combina la innovación con el desarrollo territorial, Soria aporta su experiencia en articulación público-privada y su visión estratégica para fortalecer el ecosistema científico-tecnológico en Argentina.
En esta oportunidad, conversamos con Juan Soria sobre el estado actual del financiamiento para startups en nuestro país.

¿Cómo describirías el financiamiento para startups de ciencia y tecnología en Argentina actualmente y los principales desafíos y oportunidades a futuro?

Juan Soria: Hoy en día, el financiamiento para startups científicas en Argentina atraviesa un momento particular. En los últimos diez años, el ecosistema ha crecido considerablemente con 100 empresas creadas, no solo con inversión privada, sino también en programas que facilitan la creación de empresas a través de enfoques de company builder, como SF500. Actualmente, existen al menos cinco modelos consolidados de company building en el país, que van desde los más orientados al venture building, donde los investigadores mantienen su enfoque en la ciencia mientras un equipo empresarial se encarga de la estructura de la compañía, hasta modelos que priorizan la propiedad intelectual y otros que se centran más en el equipo, con y sin matchmaking. Este crecimiento ha abierto oportunidades significativas para quienes desean iniciar una startup. Hace una década, existía solo un inversor en ciencia, lo cual limitaba mucho las posibilidades. Hoy hay alrededor de cinco actores en este ámbito, lo que representa un avance enorme, aunque todavía insuficiente. Sin embargo, uno de los mayores desafíos actuales es el financiamiento público. Históricamente, el Estado ha jugado un papel fundamental en la creación de programas que impulsaron la innovación, como el Programa EMPRETECNO PAEBT, que apoyó el nacimiento de nuevas empresas científicas con un enfoque diferente al de los company builders de hoy. Este tipo de programas contaron con el respaldo de organismos multilaterales como el Banco Mundial y el BID. Actualmente, las convocatorias públicas están en pausa o presentan problemas de continuidad, lo que reduce notablemente la disponibilidad de fondos, si bien hay situaciones mejores, como la provincia de Santa Fe, que tiene su agencia propia con convocatorias y es inversora en SF500.

¿Qué diferencias encuentras entre el ecosistema de financiamiento para startups en Argentina y el del norte global, y cómo impacta esto en el crecimiento de proyectos científicos locales?

Juan Soria: En los últimos años, el financiamiento para empresas tecnológicas y startups científicas en Argentina contó, entonces, con instrumentos importantes, como el PICT Start-up. Este programa estaba orientado a proyectos científicos que ya tuvieran resultados concretos, que podía ser una startup o una asociación entre un grupo científico y una compañía. También existían líneas de financiamiento para temas regulatorios en fases clínicas avanzadas y para el sector agropecuario, que incluían ensayos de campo y trámites con SENASA. Sin embargo, al analizar el contexto global, se observa que en los países más desarrollados los ecosistemas de innovación están mucho más articulados y cuentan con una variedad de actores: desde inversores ángeles y company builders hasta grandes inversores institucionales y empresas con experiencia en contratos de investigación y desarrollo. Además, en estos ecosistemas intervienen expertos en propiedad intelectual y proveedores de servicios específicos para startups. La cadena de financiamiento en estos contextos es más diversa y sofisticada, con jugadores que participan en diferentes etapas del desarrollo de cada proyecto. Por ejemplo, en Estados Unidos, programas como iCorps de la National Science Foundation (NSF) impulsan a los investigadores a explorar aplicaciones comerciales de sus proyectos. También existen fondos universitarios, como el de la Universidad de Berkeley, que facilitan el crecimiento de las startups científicas a través de inversiones estructuradas. En este contexto, las startups argentinas enfrentan desafíos adicionales. A pesar de contar con un ecosistema de innovación destacado a nivel internacional, con un crecimiento notable en las últimas dos décadas, aún persisten obstáculos. Según un informe de BIDLAB, Argentina es el país que más startups científicas ha creado en América Latina en los primeros 20 años de este siglo, superando incluso a Brasil, que es cinco veces más grande y realiza inversiones significativamente mayores. Este avance se debe a una combinación de factores, pero muchos de los elementos clave que antes facilitaban el crecimiento están ahora más restringidos. Actualmente, el financiamiento para startups en Argentina cubre principalmente la base de la pirámide de capital, con alrededor de cinco actores locales activos y diversos modelos de inversión que incluyen fondos como SF500. Sin embargo, conseguir rondas de inversión superiores al millón de dólares sigue siendo muy difícil en América Latina, lo que obliga a las startups a buscar capital en el exterior, especialmente en países desarrollados como Estados Unidos. En términos de financiamiento, es esencial comprender que para acceder a capital de mayor envergadura, las startups deben apuntar a inversores internacionales o esperar el desarrollo de un ecosistema local más robusto, aunque esto es un proceso a largo plazo.

Actualmente el financiamiento depende mucho más del sector privado, especialmente del capital internacional, ¿no?

Juan Soria: Una tendencia reciente que observo es la aparición de clubes organizados de angel investors, algo que antes no estaba tan presente y que ahora vemos en ciudades como Córdoba y Buenos Aires, así como en sectores como el agro. Además, en ciertos sectores hay fondos específicos que invierten en startups ya constituidas y con equipos sólidos; en el ámbito científico en Argentina, existen unos tres o cuatro fondos que participan, aunque solo en una parte de su portafolio. De todos modos, el acceso a rondas de inversión de millones de dólares sigue siendo inusual en el país. Aún no hay suficiente capital disponible en el sector para sostener este tipo de financiamiento a gran escala, lo cual limita las posibilidades de crecimiento para las startups científicas locales.

Desde tu rol en SF500, ¿qué características o cualidades considerás que hacen que una startup biotecnológica sea atractiva para fondos de inversión?

Juan Soria: Nuestra tesis de inversión se basa en tres pilares esenciales. En primer lugar, buscamos que la startup resuelva un problema de gran escala, idealmente en un mercado de más de mil millones de dólares y con una tasa de crecimiento atractiva. Esto es clave, ya que el modelo de financiamiento de startups solo funciona si se abordan problemas verdaderamente significativos. El segundo pilar es la ciencia. Para nosotros, es fundamental que haya ciencia distintiva y sólida, con resultados iniciales que permitan vislumbrar su potencial. Esto puede incluir hipótesis innovadoras que desafíen el conocimiento previo. Aunque los resultados iniciales suelen ser riesgosos y es probable que enfrenten múltiples desafíos, la presencia de ciencia avanzada y contraintuitiva eleva el proyecto a otro nivel. El tercer y último pilar es el equipo. Incluso con una idea sólida y un mercado grande, el éxito de una startup depende en gran medida de la capacidad del equipo para ejecutar la visión. Frecuentemente, trabajamos en el matchmaking para conformar equipos diversos que incrementen las probabilidades de éxito. La ejecución cobra un papel central para los inversores, y es el equipo quien convierte el potencial científico en una realidad concreta. La ciencia puede ser esencial, pero un equipo fuerte es lo que realmente marca la diferencia en la creación de una startup exitosa. A medida que el proyecto avanza, los inversores se enfocan menos en la promesa inicial y más en cómo el equipo es capaz de materializar esa visión.

¿Cómo ves la transferencia de tecnología en el fortalecimiento de las startups actualmente?

Juan Soria: Argentina progresó en términos de transferencia de tecnología hacia las startups, pero este avance ha sido desigual y no siempre lineal. Hay instituciones que mejoraron notablemente en este aspecto, mientras que otras aún enfrentan importantes desafíos. En general, el problema radica en la rotación de líderes en posiciones clave, lo cual provoca cambios de políticas y genera fricción en las relaciones entre los actores del ecosistema. La colaboración con universidades, por ejemplo, ha mostrado buenos resultados en algunos casos, pero en otros, la falta de continuidad y alineación de intereses frena el avance. Es necesario que todos los actores involucrados comprendan y respeten los objetivos de los demás para construir una cooperación efectiva y duradera. Las estadísticas de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) reflejan esta realidad: mientras el sistema científico argentino está bien posicionado a nivel global, situándose en torno al puesto 30, su sistema de vinculación tecnológica se encuentra entre los lugares 95 y 105 de 132 países. Esta brecha representa una pérdida significativa de valor y oportunidades que afecta a los emprendedores, científicos y al país en su conjunto. Para mejorar, es fundamental que las instituciones desarrollen un liderazgo comprometido con la vinculación tecnológica, elevando su rol dentro de las organizaciones para cerrar esta brecha y potenciar el impacto de la ciencia en la economía.

A partir de tu experiencia en diferentes áreas, ¿qué consejo darías a los emprendedores que están en la búsqueda de financiamiento en un contexto económico incierto?

Juan Soria: Para quienes quieren empezar una startup, mi primer consejo es que elijan un proyecto que realmente los apasione y formen un equipo comprometido. En términos de financiamiento, es clave definir bien el propósito del proyecto, porque no todas las ideas son aptas para venture capital, y eso no necesariamente es malo. Hay muchos caminos posibles; lo importante es elegir el que mejor se adapte al proyecto. Algo que siempre recomiendo es ser ‘antifrágil’, es decir, tener opciones para adaptarse a cambios inesperados y no depender de una única estrategia o fuente de ingresos. Prepararse para aprovechar oportunidades incluso en circunstancias adversas es una ventaja en este contexto. También es esencial saber escuchar el feedback de los inversores sin tomarlo de manera personal y usarlo para mejorar. Cada presentación ante un inversor es una oportunidad de aprendizaje y de pulir tu propuesta. Finalmente, el proyecto tiene que energizarte y tener un propósito significativo. Crear una startup es un compromiso de vida, y si bien puede no resultar en éxito comercial, la experiencia siempre vale la pena. Hacer una startup debe ser una elección consciente, basada en propósito y pasión, no solo en la falta de otras opciones o porque es una moda.

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