Encuentro con la Universidad Nacional de Tierra del Fuego

 
por María Soledad Córdoba

Ciclo Encuentros en Circular Cowork

Lucas Ferreyra es físico graduado en la UBA,  experto en modelado numérico y docente en las Universidad Nacionales UTN y UNTDF.

Luego de trabajar varios años en el INTI, desde el año 2018, se radicó en Tierra del Fuego, donde es profesor de la carrera de Ingeniería Industrial e investigador de la Universidad Nacional de Tierra del Fuego. Actualmente, es el director de un proyecto de construcción de boyas medidoras de corrientes marinas en el canal Beagle. En esta entrevista nos cuenta sobre este interesante proyecto que fue seleccionado para financiación en la convocatoria a Proyectos Federales de Innovación 2022 del Consejo Federal de Ciencia y Tecnología y sobre el flamante convenio de colaboración firmado con Circular FabLab

¿Cómo surgió el proyecto de construcción de boyas para medir corrientes marinas?

Lucas Ferreyra: El proyecto nació en el año 2019 conversando con un colega de la universidad, Jacobo Martín, que es oceanógrafo experimental y en ese momento era docente en la UNTDF e investigador del Centro Austral de Investigaciones Científicas (CADIC – CONICET). Él había trabajado ya con el tipo de dispositivos de medición que queríamos diseñar, pero el problema era que había que importarlos, porque acá no se fabrica instrumental de bajo costo. Como docente de la carrera de Ingeniería Industrial, me propuse crear un dispositivo medidor de baja tecnología como proyecto semilla. De hecho, cuando llegué a la UNTDF desde Buenos Aires, identifiqué un área de vacancia en el área del modelado numérico oceanográfico, que es a lo que yo me dedico. Ahí encontré mi lugar. La idea fue integrar el modelado numérico a lo que se estaba haciendo en el grupo de investigación de oceanografía y sumarles ese valor. Ahora estamos empezando una nueva etapa dado que el proyecto fue uno de los ganadores de la convocatoria de COFECYT para Proyectos Federales de Innovación 2022 y tiene un presupuesto de 11 millones de pesos. La Secretaría de Ciencia de la Provincia nos dió un empujón enorme para presentarlo.

¿Qué se proponen hacer, más en detalle? 

Lucas Ferreyra: En el agua se pueden introducir varios objetos para medir; las mediciones de diferentes parámetros tienen muchas aplicaciones: científicas, tecnológicas, industriales y económicas. Entonces, la idea es elaborar un dispositivo de medición de baja tecnología y bajo costo que se denomina “derivador lagrangiano” o “drifter”, que es un tipo de boya que se mueve en el agua siguiendo algún tipo de corriente. Existen muchos tipos de causas que generan ese movimiento: el viento, corrientes inducidas por el viento, corrientes profundas, etc.. Esas condiciones determinan qué tipo de artefacto se puede utilizar y con qué fin. El que nos propusimos hacer, en principio, es para caracterizar a las corrientes superficiales. Esto puede cambiar, porque el proyecto tiene un carácter prototípico, adaptado a la disponibilidad tecnológica y a los requerimientos de eventuales contrapartes. El modelo del prototipo es alemán; lo elegimos porque tiene ciertas características que se adaptan muy bien al lugar en el cual se van a largar estos drifters. Esto es importante dado que nos propusimos desarrollar instrumental oceanográfico adaptado a las condiciones climáticas, económicas y productivas de Tierra del Fuego. 

¿Qué tiene de específico el entorno donde funcionará el dispositivo?

Lucas Ferreyra: El canal Beagle tiene variaciones de profundidad muy grandes. Hace millones de años estaba ocupado por un glaciar, que al derretirse dejó el lecho quebrado, como si lo hubieran roto, a diferencia de lo que se denominan ‘ambientes sedimentarios’, donde el lecho es plano. Entonces hay partes con mucha profundidad y otras con muy poca, que no necesariamente están en la costa. Lo típico que uno imagina es que lo más profundo está en el medio y lo más bajito en la costa. Ese patrón tan previsible no es tal en este caso y es lo que hace que r Una de las cuestiones biológicas es que, además, en las zonas de menos profundidad hay un tipo de alga que se denomina Macrocystis. Son algas largas que tienen entre 15 y 30 metros y generan bosques subacuáticos. Por eso, para que funcione en este contexto, la boya tiene que tener un tamaño determinado, aletas y un conjunto de características geométricas, funcionalidades hidrodinámicas, estabilidad, peso en la parte inferior con el fin de minimizar el viento, etcétera. 

¿Cuál es el objetivo de construir estos dispositivos?

Lucas Ferreyra: Primordialmente, lo que queremos hacer es un seguimiento de la posición del dispositivo en tiempo real y adecuado a la escala espacio-temporal que nos interesa estudiar. Dentro del drifter se coloca un GPS y un transmisor para caracterizar las corrientes. Luego, se determina la velocidad, y por lo tanto la corriente, a partir de las mediciones de posición y el intervalo temporal entre las mismas. La corriente en última instancia es velocidad. Nosotros apuntamos no sólo a replicar el modelo en el cual nos basamos, sino a agregar valor, experimentando con diferentes estrategias de comunicación o agregando otros instrumentos: poder medir la temperatura del agua, salinidad, presión barométrica en la superficie del agua, profundidad punta a punta, son algunos de los objetivos que nos trazamos como potenciales aspectos a investigar en el trabajo de prototipado. 

Viniste de Tierra del Fuego para firmar un convenio con Circular FabLab ¿me contás un poco sobre esto?

Lucas Ferreyra: Como te comenté, la Secretaria de Ciencia y Tecnología de la Provincia de Tierra del Fuego, Alejandra Man, nos empujó mucho para que avanzáramos con el proyecto porque es consciente de que hay un historial de proyectos que se desarrollan y quedan ahí. Yo tengo ganas de que esto avance, de que se transforme en algo concreto, de que funcione, que lo use CADIC y usarlo nosotros en la Universidad para apuntalar el desarrollo de modelos numéricos que permitan hacer pronósticos del océano. Pero también esto se puede transformar en un producto para industrias que podrían estar interesadas en las aplicaciones del dispositivo, primordialmente la industria pesquera y la turística naviera. Es decir, hay un ecosistema para un desarrollo comercial. Desde ese lugar, traté de generar vínculos, dialogar con potenciales partners. Por el lado de Circular, Marcos Buccellato, conociendo mi actividad, me propuso una colaboración en el marco del nuevo proyecto Circular FabLab. Circular está generando un espacio de vinculación de profesionales de distintos sectores, especialmente, está apuntando a poner en relación mundos que muchas veces tienen dificultad para dialogar, como el mundo académico, de la investigación y el mundo de los negocios, la industria, los empresarios, el ciudadano interesado en estos temas. A nosotros esta colaboración nos pareció muy propicia para lo que estamos buscando. Las instalaciones del FabLab, el instrumental, los equipos y el know how que están desarrollando podría articularse con lo que nosotros estamos haciendo: hay espacio para venir a trabajar, guardar material, el equipamiento como las impresoras 3D y las máquinas de corte son herramientas apropiadas para un trabajo prototípico de estas características. Por eso, elegimos firmar un convenio de colaboración entre Circular y la UNTDF y justamente hoy vine a formalizar este convenio. 

¿Cuál es tu perspectiva como docente e investigador sobre este tipo de vínculos entre el sector privado, la ciudadanía y los investigadores y técnicos de una universidad nacional en el marco de un proyecto de investigación?

Lucas Ferreyra: Yo siempre pensé que la investigación básica es ineludible y que para esto tiene que haber fondos. Ahora bien, los centros de alto desarrollo científico tecnológico conviven con instituciones que tienen otros desafíos y mandatos. Estamos hablando de una universidad en el fin del mundo, literalmente, enmarcada en un ecosistema social, cultural, tecnológico y productivo con desafíos muy diferentes a los que puede tener Buenos Aires. Es en ese tipo de escenarios donde yo creo que un ambiente académico tiene una mayor responsabilidad de mirar hacia el contexto en el cual se enmarca. Creo que la universidad se debe a su entorno y debe generar proyectos que dialoguen con él: en primer lugar, interrogar para conocer cuáles son las problemáticas y cuáles son las cuestiones irresolutas como para poder dar saltos de calidad en diferentes ámbitos y agregar valor en algún sentido (producción, desarrollo demográfico, etc.). En segundo lugar, una vez formulados los interrogantes, estar en posición de ofrecer respuestas y soluciones. Para eso tiene que haber diálogo con actores de diferentes características, no solamente públicas, sino también privadas y de distintos sectores. Desde ese lugar, creo que una institución educativa como la universidad debe poder asumir ese mandato. Desde el lado de Circular FabLab, veo que hay un fuerte interés en promover esta visión de las cosas y ahí fue que nos encontramos en esta agenda común.

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