La transformación de los espacios de trabajo

 
por Paula D'Alessio

Para la mayoría de las personas, el trabajo es el lugar en donde pasamos gran parte de nuestra vida. Un trabajo promedio, de 8 horas diarias, da un total de 80 días al año en un espacio en el que por lo general no solo se trabaja, sino que se convive con el resto de las personas que están dentro de cuatro paredes, un suelo y un techo. A lo largo de la historia, la manera en la cual se pensó esa convivencia fue cambiando, por lo que no es una novedad entender que esos espacios de trabajo fueron mutando.

Pero, casi como lo del huevo y la gallina, ¿es la arquitectura la que impulsó los cambios sociales, a través de una propuesta proyectual que permitiera nuevas interacciones, o son los cambios sociales los que obligaron a la arquitectura a adaptarse a las distintas formas de entender el trabajo?

Es difícil determinar cuándo se diseñó la primera tipología de oficina tradicional, pero podemos tomar como referencia al Edificio Wainwright, del Arquitecto Louis Sullivan de principios del siglo XX, donde su planta revela cuál era la concepción de trabajo de la época. Compartimentada, oscura, conectada por largos y pequeños pasillos que iban abriendo puertas a distintos espacios, unos iguales a otros, en donde en cada uno pasaba algo distinto. Este diseño concebía una resolución individual de los problemas.

Modelo de oficina Taylorista

Es allí donde el método Taylorista llegó a romper con estos conceptos, proponiendo una organización del trabajo basada en la división de las distintas tareas del proceso de producción, para así aumentar la productividad. Para lograrlo, ubicaba estratégicamente a los jefes en lugares donde pudieran observar y controlar al resto. Al mismo tiempo, como necesitaba que los empleados interactúen entre sí, eliminó los muros que dividían a unos de los otros, inaugurando el “concepto abierto” en oficinas. Este modelo respondía a las ideas de sistematización, orden y sobre todo, control.

Esta fue sin duda una gran revolución en la concepción de los espacios de trabajo y en la forma de entender los procesos de producción dentro de una oficina. Pero sistematizar a los seres humanos trae problemas inevitables. La falta de privacidad y flexibilidad fue lo que llevó al grupo de diseño Quickborner a repensar los espacios, romper las filas de escritorios, y en su lugar, reagruparlos en puestos más chicos y con ciertas divisiones, buscando privacidad entre los distintos grupos de trabajo y sus jerarquías. Esta nueva reorganización del espacio de trabajo con origen en Alemania, se conoció bajo el nombre “Bürolandschaft” (paisaje de oficina) y se popularizó rápidamente en todo el mundo.

Plano de Modelo de oficina Bürolandschaft

Años después, Robert Propst, el diseñador estadounidense, se propuso investigar sobre cómo funcionaba el mundo del trabajo, bajo los términos de lo que se entendía como “flexible” en esa época. Presentó Action Office, la primera línea de lo que hoy conocemos como “muebles de oficina”. Esto vino de la mano de la evolución de la tecnología, en donde ahora la interacción podía darse a través de las computadoras y ya no era necesario estar en contacto directo con las personas, dando la posibilidad de “tener privacidad” al mismo tiempo que se estaba en contacto permanente con el otro.

Con este nuevo modelo aparecieron también nuevas problemáticas. A nivel económico, el sistema de paneles resultaba un gran gasto para las empresas. A nivel social, la claustrofobia mental del cubículo, generada por encontrarse encerrado en cuatro paredes y los obstáculos en la interacción con otras personas, no favorecieron su continuidad.

Modelo de oficina Action Office

Los avances tecnológicos continuaron y con el surgimiento de las computadoras y los medios de trabajo portátiles, surgieron las “Oficinas Open Plan”. Este nuevo modelo de planta de trabajo puede resultar muy familiar, ya que es el que aún se utiliza en la mayoría de los edificios de oficinas tradicionales de Buenos Aires. Las Open Plan toman elementos del Taylorismo, alineando los espacios de trabajo unos con otros, pero adaptando el concepto del mobiliario de Propst, a partir de abrir el espacio completamente. Esta planta propone una convivencia extrema, la cual implica ruido, distracciones constantes, falta de privacidad y poca capacidad de adaptación a las necesidades de los trabajadores.

Modelo de oficina Open Plan

En 2020, sin previo aviso, llega la pandemia del COVID 19. Si bien desde antes de este acontecimiento en muchos lugares del mundo se había continuado la exploración de nuevas formas de pensar los espacios de trabajo, la excepcionalidad de la pandemia obligó a llevar este planteo a absolutamente todos los rincones del planeta. El espacio de trabajo pasó a ser el hogar de cada uno. En muchos casos, habrá sido un sillón con la computadora sobre las piernas, en otros la mesa del comedor y una silla simple, y otras quizá, la cama. Pero la popularidad del home office de los últimos dos años dejó en claro que no hay una sola forma de trabajar. Y es allí donde aparecen las nuevas soluciones espaciales que las oficinas de todo el mundo buscan proponer, a partir de comprender que no se puede sistematizar a los seres humanos como si fuesen todos iguales, que no todos van a ser productivos de la misma manera y que lo mejor que puede dar un espacio de trabajo es la posibilidad de que cada uno desarrolle sus habilidades de la manera que se sienta más cómodo. A veces en grupo, a veces individualmente, en una mesa o en un sillón, en interiores o en el exterior, varias opciones durante un mismo día.

       

A lo largo de la historia del trabajo, la arquitectura ha acompañado e impulsado transformaciones de los espacios, proponiendo desde lo proyectual, nuevas formas de interactuar entre nosotros, con el espacio y con nosotros mismos.

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