¿Traerá el 2023 los cambios que nuestro planeta necesita?

 
por Martín Valese

Cada vez estamos más expuestos a noticias sobre la crisis climática y ambiental. Abundan los  titulares en los medios sobre olas de calor sin precedentes, sobre las marcas que se disputan el podio entre quienes más contaminan el planeta con plástico (BFFP, 2022), especies que se extinguen (CNN, 2022), entre otros. Por otro lado, cada vez son más los espacios y las cumbres internacionales que se llevan a cabo para debatir y proponer soluciones a estos problemas de manera coordinada. Recientemente, se realizó la COP27 en Egipto, donde representantes de diversos sectores se reunieron para analizar el avance del cambio climático y las políticas necesarias frente a esta emergencia climática. Pocas semanas después, se realizó el C40, una cumbre de alcaldes de más de 100 ciudades del mundo en la cual se debatieron los mismos problemas y las potenciales acciones a tomar en la búsqueda de un futuro sostenible. A su vez, durante noviembre se realizó la cumbre INC-1 en Uruguay donde los países miembros de la ONU se reunieron a trabajar en un tratado internacional para resolver el problema de la contaminación plástica. Hace pocos días, en Canadá se llevó a cabo la conferencia sobre el convenio de biodiversidad de la ONU.

Isla de plásticos en el océano Atlántico

Evidentemente, la problemática ambiental está cobrando más y más importancia. Sin embargo, por diversos motivos, parecieran escasas y descoordinadas las acciones que buscan resolver los problemas a los que nos enfrentamos. Quizás, las implicancias del calentamiento global, de la contaminación plástica o la pérdida de especies, resulten aún conceptos distantes o abstractos para una sociedad que vive cada vez más hiperconectada, pero paradójicamente más alienada de lo que pasa a su alrededor. Quizás necesitemos trabajar hacia la solución de forma coordinada y colaborativa y tal vez esto sea aún demasiado ambicioso para nuestras sociedades. Quizás debamos realizar un cambio tan profundo que requiera repensar las bases de la sociedad y esto exponga complejos conflictos de intereses. Quizás estamos tan sobrepasados por las urgencias del ahora que no podemos pensar más allá de lo inmediato. Probablemente sean muchos los motivos que nos llevan a postergar el cambio, pero una cosa es segura, el problema no es solo de las personas del futuro, el problema ya es nuestro y nos está afectando ahora.

De acuerdo con la Global Footprint Network, al finalizar el 2022, la humanidad habría consumido los recursos naturales de 1,75 planetas Tierra (GFN, 2022). Esto significa que nuestro consumo ya está siendo tan elevado que incluso supera la capacidad regenerativa de la tierra. ¿Qué pasará cuando ya no alcancen los recursos para todos? También es impresionante ver las islas de plástico en los océanos (Ámbito, 2022), porque nos muestra de forma muy gráfica qué consecuencias estamos generando. De hecho, estudios ya han demostrado que en promedio comemos el equivalente en plástico a una tarjeta de crédito por semana (WWF, 2019). Tenemos un problema que requiere acción. Los esfuerzos tienen que ser coordinados y entre otras cosas necesitamos nuevos liderazgos que encarnen estos cambios. Algunos factores que considero fundamentales para la transición hacia una sociedad sostenible son los siguientes:

En primer lugar, integrar la cuestión ambiental como elemento transversal a todas las actividades humanas, ya sean económicas, políticas, comerciales o sociales. Poco sentido tiene seguir pensando en compartimentos estancos, porque el ambiente atraviesa todas las dimensiones de la vida humana y las condiciona. Necesitamos gobiernos que pongan al ambiente como condición fundamental para el desarrollo, empresas que busquen crecer de forma circular y sostenible y sociedades en las que sea intuitivo y conveniente vivir de forma sostenible. Esto requiere un cambio de paradigma y una visión sistémica que dé sentido a una nueva forma de vivir en armonía con el ambiente.

En segundo lugar, son necesarios nuevos líderes que encarnen la lucha por el cuidado del medio ambiente. Pero también, es necesario pensar en un liderazgo más amplio e inclusivo, donde todos podamos tomar las riendas del cambio y protagonizar ejemplos que contagien. Es mejor contar con millones de activistas ambientales imperfectos, que con un puñado de activistas perfectos.

En tercer lugar, son indispensables nuevos acuerdos y pactos internacionales que comprometan a los gobiernos y den cuenta de las desigualdades globales existentes. Es necesaria una coordinación en los distintos niveles (países, regiones, ciudades) para generar una solución duradera y consistente. Poco sentido tienen los cambios desincronizados en un mundo en donde todos respiramos el mismo aire, porque el ambiente no entiende de fronteras. Esto obviamente nos lleva a pensar que también necesitamos nuevas legislaciones que sean coherentes y que permitan transmitir claridad en las reglas del juego, no solo para las personas que hoy viven en el planeta, sino también para quienes hoy no pueden defender sus derechos porque aún no han nacido.

Por último, el cambio requiere una transformación de la matriz económica desde adentro, fomentando el desarrollo del triple impacto y de empresas que no solo busquen el beneficio económico, sino también que se propongan mejorar el mundo a través de impactos sociales y ambientales positivos. A su vez, la educación y el conocimiento son pilares fundamentales para que cada vez más personas puedan evaluar alternativas de forma crítica y tomar mejores decisiones al comprar productos y servicios.

El cambio requiere acciones urgentes y concretas, personas comprometidas y organizaciones que empiecen a dar pasos genuinos hacia la transición que necesitamos. ¿Será el 2023 el año en el que finalmente tomamos el compromiso de encarnar el cambio que nuestro planeta necesita? Ese es mi deseo para estas Fiestas.

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